Asociación de Trasplantados de Páncreas.

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lunes, 10 de enero de 2011

"Justo lo que nos faltaba, que nos convirtieran en un país de chivatos".

"Justo lo que nos faltaba, que nos convirtieran en un país de chivatos". Eso era lo que escribía hace pocos días Arturo Pérez Reverte a colación de un post que colgó en el twitter: Anna Frank fumaba. La delató un vecino a la Gestapo; pero, ¿acaso no lo somos ya?



En estas mismas fiestas me han acusado de mangar una caja de pestiños, que, mire usted por donde, dejaron a mi nombre con tarjeta y felicitación incluída. Y el mismo que me avisó para que fuera a recogerlos, acto seguido llamó al jefe para acusarme con su dedito rechoncho, porque al parecer él sabía que no me correspondían. Pero estamos donde estamos. El día que me haga choriza profesional no me mancharé las manos por unos pestiños, ¡narices!, que ya les vale a mis enemigos acérrimos tener tan poca imaginación (y pocas luces); y si lo que pretenden es que me calle por una pestiñada, apañaditos van. Si es que, cuando no se ha leído a Maquiavelo, se acaba haciendo el ridículo por miserable.

Pero hoy no vengo al blog a hablar de dulces, sino a señalar también con el dedo a los que no me quisieron atender, y por los que ahora llevo un hueso al aire. Acuso de frente, y no escondiéndome tras ninguna cortina. No sé qué pasará con mi hueso, pero a la que le duele es a mí.

En los Reyes del año pasado sufrí un accidente. De un sobrinazo me quedé con un dedo reventado y un hueso roto. Pero lo del hueso no se vio hasta septiembre, porque he sido invisible. Como el dolor era tan gordo como el dedo accidentado acudí a mi médico de familia.
Al vivir en Alcalá, él no podía hacerme una petición de urgencias para que me lo valorasen en el Virgen del Rocío, porque Alcalá está adscrita a Valme.  Soy "rociera" gracias al Decreto 128/97, de 6 de mayo, y por si faltasen razones, porque en Valme no se ven trasplantados renales, ni hay Nefrología. Y comenzó el periplo. 

He pasado por nueve diagnósticos, y por cada uno, me han mandado algo diferente: que si es una micosis, que si uña encarnada, pie isquémico, ... suma y sigue. Y el siguiente médico que me veía decía que no al diagnóstico anterior. La cosa graciosa es que según el Plan Integral de Diabetes de Andalucía nosotros estamos siendo atendidos por podólogos. Y existe personalización. Pero (claro que hay muchos peros) la herida que tenía en la punta de mi dedo no correspondía  a una lesión grado dos, conditio sinequa non para que fuera digna de atención. Qué pena que no hubiera estado en la punta de algo de alguien de los que dicen que no.

Cuando llegué a Málaga, al Carlos Haya, a revisión de mi páncreas, y le comenté a la Dra. Marisol Ruiz de Adana, nuestra endocrinóloga de trasplante, lo que me estaba pasando, casi sin darme cuenta me pasaron a la Consulta de Pie diabético. Allí se quedaron pasmadas.

La primera recomendación que me dieron en urgencias fue que metiera el pie en una solución de agua con lejía. El hipoclorito se ha usado tiempos atrás, pero reseca que se las pela. El vascular, que uña fuera, pero me negué, porque me dolía la puntita, no los canales ungueales. El podólogo que por fin accedió a verme por pesada, aparte de cortar uña en busca de la  Divina Encarnación nunca encontrada, me dijo que dejase la lejía y pasara al agua con sal. Y yo les obedecí. Cuando llegué a Málaga tenía cinco grietas sangrantes en el talón y una escara enorme, dolorosa, en la parte frontal del dedo. Cuando me preguntaron cómo les había hecho caso en lo de la lejía y la sal les contesté llorando de rabia:"les hago caso porque me lo dijeron médicos y sanitarios, no la bruja Lola".

Dos velas negras. Es lo que les falta ya que me receten. Según los criterios de Málaga, los trasplantados de páncreas corremos un gran riesgo de infección y hemos de ser atendidos sin necesidad de tener lesiones grado dos en los pies. Como vivo en Sevilla me hicieron la petición para que me curasen en el Virgen del Rocío, que es mi hospital. Pero nada. Todo se reducía a un grado. Me han visto tres veces allí desde enero a septiembre. Y sin aguantar el dolor acudí a la Facultad de Enfermería, Fisioterapia y Podología, para que me ayudaran.
 El 1 de octubre me desbridaron y de la escara que "se iba a curar sola" empezó a salir pus. Desde entonces acudo dos o tres veces en semana a las curas. Por fin me  estaban curando.

Como la inmunosupresión se lleva mal con la cicatrización y las infecciones, a pesar de todo el  esfuerzo que han hecho conmigo todos estos meses, en Podología, hoy tengo mi falange al aire y rezando para que una osteomielitis no ponga el punto y final.

Los pestiños tienen miel, y mi hueso tal vez llegue a lo de la mielitis. Una dulzura empezar así el año. Por si fuera poco, en twitter, un médico dice que todo se arregla con ejercicio, y cuando le comenté qué ejercicio podía hacer siendo coja, así, sin más, generaliando como sus amiguitos del grado, me suelta que haga natación. Óle! Personalización al poder.

De todo esto otros saldrán ganando, porque hemos conseguido aunar criterios entre Málaga y Sevilla para el futuro, aunque mi hueso siga como sigue.

No, no hay dos enfermos iguales, como no hay dos personas iguales. Unos son chivatos. Otros, no.


Beatriz González Villegas.




Decreto 128/97, de 6 de mayo, por el que se regula la libre elección de médico especialista y de hospital en el Sistema Sanitario Público de Andalucía (BOJA 24/05/97, nº 60).

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