Asociación de Trasplantados de Páncreas.

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domingo, 10 de abril de 2011

Reflexiones que tienen que llegar a todos.


Acabo de leer este artículo, de Luis García Montero. Con veinte años luchaba por la salida de la esclavitud del hambre de los pueblos en vías de desarrollo, y pasé a pringarme en resolver lo cercano, lo de los vecinos del cuarto mundo que están aquí mismo. Entonces no era una enferma terminal, ni pobre. Hoy lo soy, y la rabia me lleva a lamentar lo poco que hemos avanzado.

Pero, ¿por qué? Por qué no somos capaces de imaginar salidas. Aunque las salidas todos las vemos. Están ahí. Empiezan donde nuestra calidad de vida termina. Nos merecemos una revolución sea la que sea. Ya no hay barricadas, así que habrá que hacerlas con los mandos a distancia de las teles, o denunciando en las redes. O lo que sea. Si yo puedo -que estoy como estoy, que ingreso de nuevo en unas semanas cuando aún ni deshice la maleta de la hospitalización anterior-, todos podemos. Hemos dejado de cantar aquello de "mi paz, mi hembra y la fiesta en paz" por el "no te metas a mi feisbuuuuu", con acento argentino. Hay que levantarse. Y hay que hacerlo ya. No por nosotros, que ya poco arreglo veremos. Hay que hacerlo por los que nos siguen, por los jóvenes, por nuestros hijos. Que esto que leemos no es ciencia ficción, que no es virtual. Es real. Cuando suframos el copago o la sanidad híbrida, que ni pública del todo ni privada del todo, no nos servirá el mando para nada por más que clikeemos los botones. O nos movemos, o game over.

Beatriz González Villegas.

 

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Vivir y morir de rodillas

10 abr 2011

En su libro El refugio de la memoria (Taurus, 2011), escrito mientras una esclerosis lateral iba paralizando su cuerpo hasta llevarlo a la muerte, el historiador Toni Judt escribe una afirmación tajante: “Sabemos perfectamente que la fe sin límites en los mercados desregulados mata”. Judt, que durante muchos años denunció las dictaduras del socialismo real, muestra un interés angustioso en explicar que el neoliberalismo, actual devorador de los sentimientos sociales, se ha convertido en una nueva consigna totalitaria. Según afirma él, la mejor manera de medir el grado de esclavitud en el que una ideología mantiene a un pueblo es la incapacidad colectiva para imaginar alternativas. La sensación de impotencia define bien el estado con el que muchos ciudadanos, envueltos por una degradación alarmante de la realidad democrática, con una economía cada vez más injusta y una soberanía cada vez más limitada, soportan los dictados oficiales de los responsables de las instituciones financieras. Todo se resuelve en un diagnóstico: ustedes deben ganar menos y perder derechos para que los especuladores tengan mejores beneficios. Y quien quiera separarse de esta lógica parece condenado al abismo.
El neoliberalismo mata. Me acuerdo de Toni Judt al leer un estudio publicado por David Stuckler en el British Medical Journal, “Crisis presupuestaria, salud y programas de bienestar social”, en el que se analiza la relación entre los recortes de los gobiernos europeos y el aumento de la mortalidad. Ahorramos a costa de adelantar nuestra llegada a la tumba. Las muertes por tuberculosis aumentarán en Europa un 4,3 % y un 1,2 % la mortalidad cardiovascular. Este es el horizonte vital en el que la derecha civilizada que gobierna en Catalunya anuncia que reducirá un 10 % su inversión sanitaria, uniéndose al club de los desmanteladores de la sanidad pública, encabezado por las comunidades de Madrid y Valencia. Según las encuestas, los ciudadanos van a agudizar con su voto en las próximas elecciones esa tendencia ideológica a la privatización sanitaria. Vivimos y moriremos de rodillas.
La dirección política parece clara. Se trata de expulsar de la sanidad pública a las clases medias. El que pueda que pague su propia salud. La atención pública atenderá sólo a los más pobres. Y claro está, como denuncia con frecuencia el diputado Gaspar Llamazares, una medicina para pobres está condenada a ser una pobre medicina, una oferta caritativa de servicios en vez de un derecho universal. Los ciudadanos serán unos irresponsables si se empeñan en mantener sus derechos. Ellos tendrán la culpa de todas las desgracias al reclamar un gasto insostenible. Frente a eso la mejor receta neoliberal implica el recorte de inversiones públicas y la confianza en la iniciativa privada.
¿Recortar inversiones? Aunque la ideología totalitaria del neoliberalismo nos impida imaginar alternativas, los datos reales son tozudos. El nuevo hospital de Asturias, puesto en marcha con inversión pública directa, ha costado 350 millones de euros. El hospital de Majadahonda, con menos camas, gracias a la inestimable colaboración de la iniciativa privada, nos cuesta 1.250 millones. Un informe de la UGT (¡qué incómodos son siempre los sindicatos!) demuestra que una cama de hospital, en concertación con la iniciativa privada, cuesta un 30% más que en la sanidad pública. ¿Necesitamos ahorrar? Pues atención a este dato analizado por CCOO. Los ochos hospitales de Madrid creados a través del método PFI (iniciativa de financiación privada) costarán unos 5.000 millones. La inversión pública directa hubiese reducido el gasto a 700 millones. Después de que estallara la burbuja inmobiliaria, ya podemos suponer dónde fue a esconderse la especulación que tanto anima los entresijos madrileños de Esperanza Aguirre. Y para los partidarios del copago como camino y fe de ahorro, otro dato: el gasto farmacéutico español, ámbito en el que se ha instalado tan buen consejo, duplica la media del gasto europeo.
El totalitarismo de la ideología neoliberal tiene que ser muy fuerte para conseguir que comulguemos con estas ruedas de molino. Toni Judt murió de parálisis. A nosotros nos va a pasar lo mismo como no seamos capaces de imaginar una alternativa.

Luis García Montero (Granada, 4 de diciembre de 1958) es una de las principales figuras de la actual poesía española. Autor de más de 25 poemarios, recibió el Premio Adonais en 1982 por El jardín extranjero, el Premio Loewe en 1993 y el Premio Nacional de Literatura en 1994 por Habitaciones separadas. En 2003, con La intimidad de la serpiente, obtuvo el Premio Nacional de la Crítica. A lo largo de su vida, García Montero también ha publicado ensayos, es autor de ediciones críticas de poetas como Federico García Lorca o Rafael Alberti y tiene en su haber obras de prosa como la novela Impares, fila 13, escrita junto a Felipe Benítez Reyes, además de haber colaborado en prensa de forma asidua.

http://blogs.publico.es/luis-garcia-montero/106/vivir-y-morir-de-rodillas/#textoCom

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